Envueltos en nubes de tierra roja
23/01/2014
Horas de carretera de baches, tierra roja, vacas, chivos y baobabs que cruzan deprisa a la vista y nos hemos trasladado a Guinea Bissau. Viajamos con la ONG Alianza por la Solidaridad para visitar a varias comunidades de la región de Bafata que han sido expulsadas de sus tierras por la llegada de una empresa española, Agrogeba, que ha mecanizado la producción de arroz con un proyecto que no cumple con la legislación guineana.
Para llegar a esta historia de David y Goliat hemos ido encontrando por el camino hormigueros gigantes de tierra roja donde se esconden las termitas y nos cuentan que también se refugian otros bichos. Puede que lo hagan para no enfrentarse a las serpientes, que no las hemos visto pero nos han contado que acechan entre la maleza. También hay hipopótamos. Tampoco nos los hemos cruzado (de momento) pero estaremos muy atentos.
Hemos visitado la casa de un gobernador, que nos ha recibido en un salón muy grande con una televisión al fondo que emitía imágenes del temporal en Europa. Ha sido extraño conectar así con lo que suele ser nuestra vida cotidiana. Todo suena lejano. Ahora estamos a más de 30 grados, casi totalmente desconectados de manera obligatoria de las redes sociales.
El sonido de Guinea Bissau es el del tubo de escape de las motos, el de los gallos de día y los grillos por la noche. El bullicio de los mercados donde se venden sillas y carne de vaca. El golpear de los palos para descascarillar el arroz. Hay muchos sonidos, pero es un país a oscuras. No hay electricidad y las casas y tiendas tienen luz gracias a los generadores. Suelen encenderse sobre las siete de la tarde y se apagan a las dos de la mañana. Eso nos ha hecho cenar a la luz de los teléfonos móviles y convierte las calles de los pequeños pueblos en noche cerrada solo alumbrada por el reflejo de los televisores. Cuando hay luz, la del sol, intentamos perseguir imágenes de bicicletas que surgen como fantasmas entre las nubes de polvo. Conseguiremos hacer la foto, o ver a las serpientes, y a los hipopótamos. Solo estamos en el comienzo.