TEXTO Y FOTOS: SUSANA HIDALGO & PEDRO ARMESTRE // César Alonso iba a tener solo dos nombres pero al nacer su tío exclamó: “¡Este niño es un ángel, ha resistido a todo!”. Ángel César Alonso nació por cesárea en Chiclayo (Perú) y le diagnosticaron síndrome de Apert, una enfermedad genética que afecta a la forma de la cabeza y que hace que el pequeño tenga los ojos abultados y padezca sindactilia (los dedos de las manos y de los pies pegados).
El cirujano Asturiano Jesús Barón Derecha) Thaidigsmann el catalan Diego Luis Carrillo Blanchar (Izquierda) preparan con el equipo medico a Ángel César en el quirófano para comenzar la intervención. © Pedro ARMESTRE
La historia de este bebé es la historia de unos padres coraje, César Cruz y Edita Jiménez, que se desviven para que el pequeño pueda tener la mejor calidad de vida posible.”Al nacer los médicos me dijeron que no viviría más de seis meses, pero me dio igual. Ángel tenía la cara hinchada y no podía respirar. Pero yo me dije: ‘Voy a pelear por él’”, explica Edita, su madre, dentro de su humilde vivienda en el barrio chiclayano de Pueblo Joven Mogrovejo.
En esta lucha, César y Edita acudieron el pasado mes de marzo junto a su bebé al hospital San Juan de Dios, en Chiclayo, al reclamo de una campaña solidaria de intervenciones quirúrgicas organizadas por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre) y la ONG Juan Ciudad. Desde el año 2000 y de manera anual, un equipo formado por cirujanos, enfermeras y anestesistas españoles opera durante 15 días a niños de familias desfavorecidas de Chiclayo. Ángel cayó en el bisturí de los cirujanos Jesús Barón, Lourdes Cosío y Diego Luis Carrillo, que le operaron las manos para separar unos dedos de otros. La intervención duró aproximadamente una hora y media y el pequeño necesitó de curas posteriores.
Evelyn, de 14 años, juega con su hermano Ángel César el día que regresa a casa tras la intervención médica. Pulsa sobre la imagen para ver la galería completa © Pedro ARMESTRE
La operación fue el primer paso en la mejora de la salud de Ángel. Necesitará al menos otra más para separar los dedos de los pies. Sus padres son humildes y apenas tienen recursos. César, el padre, trabaja levantando casas de adobe.
César, padre de Ángel César cuida de su hijo tras la operación © Pedro ARMESTRE
Edita, la madre, vive para su hijo y le gustaría en un futuro retomar su profesión de enfermera. “Yo tengo que seguir, tengo que ser fuerte, no me puedo deprimir”, apunta. Es una mujer muy activa, que se ha informado bien del síndrome que padece su hijo y de las posibilidades que tiene en el futuro. Su marido le decía: “Te estás atormentando…” pero Edita fue persistente. Para ella, su pequeño es un héroe: “Al nacer le pusieron unas ampollas, y se retorcía de dolor, pero él aguanta todo”.
Tras la operación de sindactilia, el niño permaneció ingresado en el hospital tres días. Al regresar al hogar, Edita y su otra hija, Evelyn, de 14 años, prepararon el ritual de cuidados: la comida, el baño, el taca-taca, la siesta. “Él requiere muchas intervenciones, ésta no será la última. Tiene el paladar hendido, hay que valorar su cráneo…”, señala su madre con persistencia. Pero lo importante para ella es que está vivo: “Mira, mueve el taca-taca, es muy activo…”.
Edita y Angel descansan en la habitación del hospital tras la intervención realizada por los cirujanos de la Sociedad Española de Cirugía Plástica reparadora y Estética desplazados a Chiclayo, en Perú. © Pedro ARMESTRE
Durante muchas noches, Edita estuvo desvelada pensando en la salud de su pequeño. Se sentía impotente pensando que será de él cuando ella ya no esté, quién estará para cuidarle. Por lo menos, con esta primera intervención ha logrado un sueño: “Que Ángel me toque las manos, la cara…Y que me sienta con sus dedos”.
Un ángel con las alas pegadas en imagenes