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El periodismo solo puede ser fiel a la verdad y a la información, sin olvidar dar voz a quien no la tiene.
Si hablando de una aldea podemos contar el mundo, y convertir una pequeña anécdota en una verdad universal, es porque las personas no somos tan diferentes entre nosotras. Cada individuo es único, pero los rasgos de personalidad básicos tampoco son tantos, ni nuestras motivaciones.
Todos somos pensamiento, sentimiento y actos, sólo que combinados en diferentes dosis. Hay personas perfeccionistas, otras que centran su atención en los demás, los que buscan el éxito, los que tienen una sensibilidad artística, los observadores, los leales, los epicúreos, los que sirven de líder, los pacificadores…
Da igual a qué tipo correspondas porque todo ying tiene su yang. Las pasiones que los dominan, que cuando se desequilibran, hacen que el leal se convierta en cobarde, el perfeccionista en alguien iracundo, que al altruista lo pierda el orgullo, a los mediadores la indolencia, o que el ejecutor peque de vanidoso. Todo es parte de uno mismo. En esa dualidad nos movemos, muchas veces repitiendo patrones.
Dice Punset: “Los objetos que vemos, tocamos o escuchamos pueden ser reales, pero lo que experimentamos como realidad es una ilusión construida en nuestro cerebro bajo el velo de nuestras emociones”.
El lugar donde se generan es en la parte más primitiva de nuestro cerebro. La misma que nos hace estar alerta ante cualquier estímulo exterior y actuar en caso de peligro. Por eso cuando son tan intensas que desbordan la razón, se dice que reaccionamos con la amígdala. En ese rapto emocional se liberan dentro de nosotros grandes batallas, nos dividimos entre dejarnos arrastrar o comportarnos como personas civilizadas. Tener valor o ser cobardes, egoístas, generosos o vengativos. Aliarnos con lo bajo o mantenernos fieles a unos principios, cagarnos en todos los muertos y hacer estallar la bomba atómica, aún a sabiendas que todo tiene un precio.
La verdad, no siempre uno se arrepiente de haber sido un bombero. Este post no va sobre moral, sino sobre estados anímicos y personas. También sobre la necesidad de encontrar un equilibrio, en ser conscientes de nuestras reacciones y sentimientos. Las emociones son también energía. Si son malas se nos enquistan y enfermamos. Reprimirlas no sirve.
En ese “conócete a ti mismo” cada cual debe encontrar su vía para canalizarlas y diluirlas para navegar por ese río que sólo recorreremos una vez, a veces a tientas, en aguas bravas, pantanosas o cristalinas. Durante jornadas de cielos estrellados o que caen chuzos de punta. Ese río llamado Vida.
Sobre Tola Castillo:
Tola Castillo nació en Chile pero desde niña vive en España, por eso siempre ha tenido una doble identidad.
De sus estudios destacan los de publicidad, guión y cine. En el medio audiovisual ha realizado diversos trabajos en equipos de producción, dirección y prensa, pero realmente su vida laboral ha sido muy variada.
En el año 2010 crea su blog Trece Segundos en el que mezcla autofotos de ficción con texto. El nombre hace referencia al tiempo que tiene entre coger aliento, pulsar el disparador, posar y que salte la foto. Posteriormente las trabaja con Photoshop para crear con ellas ilustraciones o distintas composiciones. Intercalándolas a modo de fotogramas, las acompaña de una narración. Así, en cada nuevo post nos cuenta una historia, evoca o reflexiona sobre diversos temas con humor, color y fantasía.
2 Comment on “Marejadas, marejadillas y emociones”
Macarroni
03/06/2014 a las 16:50
El artículo es interesante. La filosofía de que todo nace de dentro por culpa de los estímulos de fuera tiene su parte de verdad (pero no toda). Sería un largo debate, me temo.
Tola Castillo
07/07/2014 a las 10:39
Hola Macarroni, tu sabes mucho mejor que yo de lo que estás hablando, al fin y al cabo sobre lo que escribo se basa en lecturas de por aquí y por allá. No sólo porque me interesa el crecimiento personal, si no también desde el punto de vista de la creación de personajes y subconsciente como fuente de creación. Muchas gracias por tu comentario. Un beso grande.