Una muchacha con una mochila al hombro, baja al centro de la ciudad a paso rápido para llegar a su destino con los músculos calientes. Corre escaleras arriba de un viaje palacete descascarillado y cruza una puerta de madera tallada. Sobre ella hay un cartel de letras modernistas en el que se puede leer: “Círculo artístico”. Cruza sus salones llenos de retratos de representantes de la cultura de principios del siglo XX y abre de golpe las altas puertas de la sala de dibujo. Una de las paredes está cubierta por una tela, al igual que la tarima y a su alrededor, como si fuera un anfiteatro con diferentes alturas, los pupitres de madera y los atriles.
La sala está llena pero no tiene tiempo de fijarse, se esconde detrás de un biombo y se empieza a quitar la ropa. Sólo se queda con las pulseras de plata que adornan uno de sus tobillos. Se frota la piel, se pone una bata china y zapatillas. Saca de la mochila una sábana limpia y guarda sus gafas. Ahora todo a su alrededor son manchas, así que cuando sale de detrás del biombo sabe que la miran pero no ve sus rostros. Ya en la tarima, enciende los focos, extiende la sábana, manipula el cronómetro y se desnuda.
Hoy tiene una hora con poses de diez minutos, otra de apuntes de tres y la última de quince. Según el tiempo de duración decidirá cuales hace. Tienen que permitirle distribuir bien el peso porque si no, según el rato que tenga que estarse quieta, lo puede pasar mal.
Ahora sólo le queda esperar que pase el tiempo, calmar la respiración y dejar la mente en blanco, nada que le altere la concentración, y cada vez que suene el cronómetro, buscar algo nuevo que decir con el cuerpo. Así se suceden las mujeres circenses, las tristes, los gestos expresionistas, las venus, las majas, las poses atléticas, los guerreros heridos, las odaliscas y las pastorcillas. La respiración de los que la dibujan la guían: sabe cuando les gusta por la profundidad de sus inhalaciones. También porque cuando posa ella al final de la semana la sala está repleta.
Llega el tiempo de descanso y se pone un pantalón suelto, las zapatillas, el kimono y las gafas. Al salir de detrás del biombo se da cuenta de que él ha estado en la sala. El joven pintor la mira alterado y confuso antes de abandonar el aula y a ella le da un vuelco el corazón.
Ahora que está la sala medio vacía, aprovecha para pasearse por entre los pupitres y atriles y ver el resultado de su trabajo. Hay dibujos que sólo son manchas de acuarela, otros hechos con ceras gordas y de colores, en tinta china, lápices cremosos, de punta fina, bolígrafos, pasteles. Los que exageran las formas, los que la convierten en una única línea o sólo en luces y sombras. Los que se concentran en un detalle, los que la pintan fea o no tienen sentido de las proporciones, los que conocen bien el dibujo clásico, los que buscaban la estructura ósea, los volúmenes o el movimiento.
Después se dirige a la sala de estar donde hay una pequeña barra que hace de bar, se sienta en un taburete alto y se pide una infusión. Mientras conversa con el camarero, observa al joven pintor jugar al ajedrez, con los bordes de las orejas rojas y sin levantar la mirada del tablero. Durante la siguiente hora le regala sus mejores escorzos.
Al final de la jornada, se vuelve a vestir mientras espía por las rendijas del biombo a la gente abandonando la sala. Antes de marcharse él deja caer una mirada hacia donde ella ya está oculta a la vista de los dibujantes. Todavía tiene que volver a posar un día más. Aún les queda mañana, si no su historia se les escurrirá entre los dedos, igual que arena en la playa.
(Las ilustraciones son fotografías trabajadas con photoshop)
Sobre Tola Castillo:
Tola Castillo nació en Chile pero desde niña vive en España, por eso siempre ha tenido una doble identidad.
De sus estudios destacan los de publicidad, guión y cine. En el medio audiovisual ha realizado diversos trabajos en equipos de producción, dirección y prensa, pero realmente su vida laboral ha sido muy variada.
En el año 2010 crea su blog Trece Segundos en el que mezcla autofotos de ficción con texto. El nombre hace referencia al tiempo que tiene entre coger aliento, pulsar el disparador, posar y que salte la foto. Posteriormente las trabaja con Photoshop para crear con ellas ilustraciones o distintas composiciones. Intercalándolas a modo de fotogramas, las acompaña de una narración. Así, en cada nuevo post nos cuenta una historia, evoca o reflexiona sobre diversos temas con humor, color y fantasía.
www.trecesegundos.com
www.tolacastillo.com
6 Comment on “La modelo y el dibujante”
Concha
19/10/2014 a las 12:58
Muchas gracias por enviarme esta historia. La he gozado mucho. Nunca había leído sobre el trabajo de las modelos de dibujo desde nuestro punto de vista y lo has descrito muy bien. Me ha parecido muy práctico la clasificación que haces del tipo de poses. Me imagino que te hace más rápida a la hora de elegir en cada momento cuál hacer y que tu repertorio sea variado, cosa que siempre se te agradece mucho. Te lo voy a copiar ¿Al final pasó algo con el joven pintor? Me he quedado con la intriga, ja,ja,ja.
Tola Castillo
30/10/2014 a las 16:06
Ya no recuerdo durante cuánto tiempo fui modelo, pero bastante. En esa época un amigo, cuando me presentaba, siempre decía: Tola es todo mente, pero vive de su cuerpo. A mi eso me hacía mucha gracia. Siempre fui una modelo generosa. Me gustaba hacerlo y le ponía todo el arte que podía. Me planteaba las sesiones como una coreografía. Según el tiempo que estuviese que estarme quieta les añadía dificultad para que fuesen variadas, que hubiese un equilibrio entre las que eran de pie, tumbada o sentada. Dividía mi cuerpo en partes para darle a cada una su propio movimiento. Me retorcía como una anguililla para que las torsiones tuvieran el máximo de expresividad y procuraba que las transiciones, entre pose y pose, fuesen armónicas. También como siempre he dibujado en mi cabeza podía imaginar desde su punto de vista lo que estaban viendo. Y saber perfectamente, de todos los que estaban en la sala, para quién sería el mejor escorzo, ja, ja, ja
Me gustaba el ambiente de las academias, y aunque no lo parezca, el hecho de ser la única persona desnuda entre un montón de gente, creaba alrededor tuyo un halo de distancia. Siempre te trataban con mucho respeto y, como eras su musa, si lo hacías bien, con una especial deferencia.
Como mi padre era escultor, crecí visitando museos y galerías de arte. De él aprendí lo que busca un artista, por eso para mi el cuerpo era sólo líneas, sombras, curvas, perspectivas, expresión. Él que era artista hasta la médula, y en lo que más nos parecíamos, por motivos que ahora no vienen a cuento y ajenos a mi, no me dejó estudiar Bellas Artes y en su casa decir que querías dedicarte a las artes plásticas, era tabú. Así que para mi ser modelo era como volver por la puerta de atrás al mundo en el que había crecido, pero sin romper ese tabú. Supongo que posar para otros para mi tenía un componente extra de rebeldía contra lo que se me había negado. De hecho no me he atrevido a romperlo hasta ser una mujer hecha y derecha y con él en la tumba.
Mi otra referencia respecto a este tema también fue mi abuela. Ella era actriz, profesora de yoga y expresión corporal. De ella aprendí todo lo que concierne a trabajar con el cuerpo y su expresividad. A parte que estar en forma y ser ágil te viene muy bien para posar. Cuando ves una foto no notas el esfuerzo físico, pero en general las mejores poses son las que has llevado el cuerpo al límite de su flexibilidad. Una curiosidad es que ella también fue modelo para un escultor.
Cuando empecé con esta aventura de las fotos, una de las bazas con las que contaba, es que sabía que contaba con recursos expresivos para ponerme delante de una cámara. Ahora cuando lo hago uso la misma mentalidad como cuando me subía a la tarima. cada parte de tu cuerpo por separado debe tener su propio movimiento y expresividad. Lo otro es visualizar lo que ve la cámara desde el lugar donde la has plantado. Un beso grande y gracias por dejar tu comentario. Este foro cada vez se parece más a hacer un striptease vivencial. Supongo que como a todos los que pretendemos ser artistas nos encanta contar lo que hay detrás de nuestro trabajo. Al fin de cuentas estás compartiendo tu propia vulnerabilidad
Claudia
04/01/2015 a las 07:17
No se si me ha gustado más la historia o tu comentario sobre tu experiencia de modelo.Ambas cosas lo que tienen es verdad, igual que tu. Yo te tengo en lienzo. ¡Qué bien lo pasamos haciendo la serie de siluetas! Me gusta eso que dices que el artista muchas veces lo que comparte es su propia vulnerabilidad. .Has elegido un camino muy duro.Nunca se te olvide que vales mucho y eres una persona especial. Besos
Tola Castillo
26/01/2015 a las 14:27
Linda, muchas gracias por tus palabras de aliento. La frase a la que haces referencia es de la artista audiovisual Yolanda Domínguez. La cita completa dice así:
“Nunca he creído en el ego del artista sino en la generosidad que supone compartir su propia vulnerabilidad.
Un beso grande.
Trinity
30/05/2014 a las 10:44
Muy bien narrada cómo es la sesión de la modelo y el entorno, a dónde va, lo que hace, cómo se viste, se desviste, los tiempos del cronómetro, sus posturas, y esa incipiente historia de amor que veremos si al día siguiente puede fructificar. Evocadora de películas de pintores, al menos en mí, pues no he asistido nunca a un posado en vivo de este tipo.
Me encantan las tres fotos, no sabría por cuál decantarme, son muy bonitas y originales, y en todas ellas das una sensación de cierta melancolía, incluso en la primera de diosa gozando de los placeres terrenales.
Felicidades por tus historias, siempre enganchan.
Besos :*
Carmen
14/05/2014 a las 11:40
Amor curioso de dibujantes, transeúntes del metro, clientes de un café… Atracción tímida y curiosa….esta muy bien!!! Me ha encantado.