El primer día se convierte en una locura. La explosión festiva donde propios y extraños se unen por la alegría. Donde cada una de las personas que se ha acercado a Pamplona y se sumerge en la fiesta se siente del lugar. Y eso atrae, engancha.
Para los que aquí trabajamos no es tarea fácil mantener la distancia necesaria y cumplir con el trabajo encargado, que no deja de ser uno de los motivos de nuestro viaje. Integrarse, importante para transmitir. Sentir para transmitir, como siempre lo he llamado. Entre foto y foto se cruzan los abrazos, guiños y saludos de tantas personas que de año en año recordamos y aquí, solo aquí, compartimos unos días.
Salgo temprano de casa. Voy a resolver las últimas acreditaciones para la cobertura. Me asaltan, me saludan. Una pareja de franceses con los que el año pasado compartí almuerzo. Gonzo ha muerto, me dicen. Gonzo ha sido compañero de mantel durante muchos años. Un tipo que llegó por primera vez a Pamplona con 20 años y nunca mas perdió la juventud, ni la sonrisa. Que tipo más grande.
Mañana tras mañana, acabado el encierro almorzamos en “La Raspa” Nuestro bar de reunión. Allí, junto a ellos, nos integramos entre huevos con jamón, bailamos unas risas y mañana más. Año tras año, metódicos, esperando que surgiera el almuerzo mágico, que todos los días lo son, pero hay uno que siempre es especial. Especialmente divertido y siempre junto a nuestros franceses queridos. Esos con los que nunca hablamos durante el año pero sabemos que cuando llega San Fermín están guardándonos sitio en la mesa, y así mantener la juventud sintiendo. Esa emoción, aquí, es la que imprimo en mis fotos para transmitir. Hoy es el primer día, siempre el mejor, aunque este año todo sea diferente.
Gonzo (izquierda) junto a una pareja de franceses con los que almorzamos el 10 de julio de 2012 en Pamplona tras el encierro. (c) Pedro ARMESTRE
Pinchando sobre la imagen podéis ver la cobertura del pasado año.