TEXTO Y FOTOS: S. HIDALGO y P. ARMESTRE // Amet Iusein, rumano de 44 años, lleva dos años durmiendo entre cartones en las calles del centro de Madrid. Llegó a España pensando en que encontraría trabajo y que todos los meses podría mandar dinero a su familia, pero los únicos ingresos que obtiene los saca de pedir limosna a los transeúntes de la Gran Vía. “Al día solo recojo cinco euros”, cuenta mientras agita un vasito de plástico transparente con apenas unas monedas.  A su lado, sus escasas pertenencias: una manta y algunos cartones. Aunque su posesión más preciada la guarda en la cartera: una foto de sus dos hijas de 5 y 4 años que se han quedado en Rumania con su madre. Amet no quiere ir a dormir a un albergue, dice sentirse mejor en la calle, y sólo sueña con reunir el dinero suficiente para poder pagarse el autobús de regreso a Bucarest.

El rumano Amet Lusein espera limosna en la Gran vía Madrileña.
Fotografiado con la cámara Fujifilm X-pro1. Si pulsas sobre la imagen podrás conocer todas sus características.

En España entre 20.000 y 30.000 personas viven en la calle a falta de un hogar. Son personas que han caído en la exclusión social después de un proceso muy largo, pero las organizaciones que trabajan en temas de exclusión advierten de que si no se ponen los recursos suficientes, la clase media que ahora sufre la crisis puede caer también en picado. “En los análisis que hemos hecho de las últimas tres décadas, durante las crisis mucha gente cae en la pobreza, pero cuando se sale de la recesión, hay una parte importante de esas personas que no regresan a la normalidad”, explica a Calamar2 Gabriela Jorquera, coordinadora de EAPN-Madrid (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social).

Cada sábado al amanecer esta mujer acude al Mercado Central de Madrid para recoger la comida aprovechable tirada a la basura. Después regresa a su casa como si hubiera realizado la compra.
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Unos 10 millones de personas (el 21,8%) viven en España en lo que se llama pobreza relativa, según el último informe de Cáritas. Es decir, sobreviven con menos de 7.200 euros anuales y si no han caído hasta ahora en la exclusión es porque aún tienen redes a las que agarrarse. Luis Perea, director de comunicación de Rais Fundación, lo describe “como un ring de boxeo”. “Es un ring donde tenemos cuatro esquinas a las que acudir cuando nos dan un golpe: los trabajos precarios, los recursos sociales, la familia y la economía sumergida”, señala Perea.El problema surge cuando algunas de estas redes se rompe y entonces viene el vacío.

En este precipicio ya ha caído Jacinto, de 32 años, y hasta hace poco con un empleo en la construcción. Ahora tiene dos hijos y pide limosna en Villa de Vallecas (Madrid). “Al día recojo unos cinco, seis euros”, señala. Para reclamar la atención de los viandantes, se ayuda de un enorme cartel donde explica su situación y que va llevando de barrio en barrio. “Son mejores los barrios obreros, en los ricos la gente da muy poco”, cuenta este hombre. Su mujer también sale a pedir, pero con el mismo resultado. Jacinto ha agotado todas las ayudas posibles, tan solo tiene a sus padres, que de vez en cuando le echan una mano.

La alarma ya ha llegado a la estadística que manejan las organizaciones sociales. Desde 2008 y debido a la crisis económica, Cruz Roja ha visto aumentar el número de personas atendidas en un 163%, llegando en la actualidad a 2, 5 millones de beneficiarios. “Si no se pone remedio a la situación, hay personas que ahora están empobrecidas y que en cuatro, cinco años, pueden terminar en la calle”, señala Jesús Sendín, de la ONG Solidarios para el Desarrollo. Él cree que la clase media afectada por la crisis aún tiene mecanismos para poner parches a la situación. “Si alguien se queda sin casa, acude a pedir ayuda a un familiar, si esto falla, se comparte un piso patera, o una casa okupa”, ejemplifica Sendín.

Desde Rais Fundación, que como Solidarios atiende a personas sin hogar, hacen el mismo diagnóstico. “Ahora hay un empobrecimiento muy claro de la clase media y es necesario que no se desmonten los recursos sociales o en unos años habrá gente que terminará en la calle”, advierte Perea. Tanto en Solidarios como en Rais han detectado que el perfil de las personas sin hogar ha cambiado: ahora hay más mujeres, más jóvenes y hay muchos menos inmigrantes porque, ante la grave situación, éstos han preferido regresar a su país.

Un hombre pide limosna el 9 de junio de 2012 a la puerta de una sucursal bancaria en la calle Arenal de Madrid. Día tras día acude al mismo lugar en busca de alimento, ropa o unas monedas para alimentarse.
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Desde EAPN-Madrid, Gabriela Jorquera cree que es importante no medir la pobreza sólo en términos económicos sino también con diferentes pautas de comportamiento (consumo de electricidad, tipos de alimentos que se compran etc) que se están dando en los hogares empobrecidos. “Por culpa de los recortes, las familias están asumiendo ahora gastos que antes no tenían: el dinero de la beca del comedor, o del material escolar. Y hay muchos que tienen que enfrentarse a ello con 400 euros al mes de ingresos”, afirma esta experta en pobreza y exclusión social. Pero gastando lo menos posible tampoco se llega a fin de mes. Es lo que los expertos llaman la pobreza invisible, aquella que nos es inadvertida porque no se visibiliza a través de ningún signo externo y que la tenemos al lado, en cualquier vecino, amigo o familiar.

Precisamente de pobreza se habló ayer en la Asociación de la Prensa de Madrid en una jornada que organizó EAPN bajo el título “¿Medios pobres o pobres medios?” y en la que participó Calamar2. Durante toda la jornada, periodistas y profesionales de ONG debatieron sobre la crisis del periodismo y su repercusión en el tratamiento de la información social. Hubo mucho debate y una conclusión: que los medios, aún presionados por las audiencias, no dejen de dar voz a los olvidados por la sociedad.