Hace unos días el fotoperiodista Arturo Rodríguez se interesó por el proceso para conseguir la atmósfera de las imágenes del reportaje El expolio del mar para contarlo en su proyecto Sou Workshops.
Hoy os lo contamos también desde nuestro blog y aprovechamos para desearos un buen domingo agradecidos por la acogida que nos estáis dando.

Accede a la galería de imágenes pinchando aquí.
Recibí un encargo fotográfico y me mostraron una serie de reportajes que les encantaban. Eran imágenes a velocidades muy lentas, muy contrastadas, algunas desenfocadas que en su conjunto contaban la historia de una actividad que no se había llevado a cabo. Imagino el agobio de aquel fotógrafo que se embarca en el viaje esperando un gran tema y desciende del barco sin esas imágenes que tenía idealizadas en su mente. Aplicó la imaginación y y la posproducción de su material fotográfico para dar coherencia a lo poco que las circunstancias le permitieron realizar.
Cuando recibo un encargo fotográfico y me muestran otros trabajos para que intente copiarlos siempre me pregunto por qué no llamaran a ese fotógrafo en lugar de intentar que yo copie su estilo. La verdad que eso nunca ha ido conmigo. Lógicamente cuando uno comienza en esta profesión intenta imitar a sus ídolos fotográficos y esto, con el tiempo, genera un estilo propio, gracias a los conocimientos adquiridos y las sensaciones que es capaz de transmitir con sus imágenes.
Me embarcaba una vez más y tras el viaje tendría que trabajar varios días en pequeños pueblos pesqueros. No conseguía quitar de mi cabeza esa linea fotográfica que me había influido desde el día que recibí el encargo, y llené mi maleta de piezas inservibles de objetivos y cámaras abandonadas en un cajón para mirarlas en los tiempos muertos, para decidir que estilo quería aplicar al encargo.
En el taller del buque los marineros me observaban extrañados, pensando que había perdido la cabeza. ¿cómo no pensarlo cuando te ven meter mano con destornillador y martillo a aparatos fotográficos delicados?
Aproveché materiales de los contenedores de separación selectiva de residuos y entre cartón, trozos de goma, el visor de una vieja, digamos mejor antigua, cámara Kodak Brownie, y mucha cinta americana hice mi propio objetivo. Un objetivo que en disparo directo ya me ofrecía imágenes aparentemente procesadas con los clásicos programas de edición fotográfica. Objetivo que registra la vida con la acumulación del polvo de años en su interior. Polvo que no quise eliminar, porque esas imperfecciones eran las que deseaba para crear un clima único, enigmático. Incluso el marco en el que se encuadran se genera con disparo directo y de ese modo olvido por completo la posproduccion tan debatida últimamente.
Considero que en el reportaje se pueden usar distintos estilos al igual que antes trabajábamos con distintas películas para conseguir transmitir lo que buscamos. Otra cosa es camuflar esas imágenes como la realidad exigida para el periodismo gráfico, que debe ser fielmente reflejo de la realidad.