15 de Mayo de 2011. Ciudadanos anónimos ocupan, durante un mes, la puerta del Sol de Madrid para mostrar su indignación con la clase política y el poder económico. Nace el 15-M, que se contagia por plazas y barrios. La acampada finaliza y el movimiento se reivindica, en parte, a través de las redes sociales.
Dos años después, la puerta del Sol ha celebrado su segundo aniversario, la convocatoria no ha tenido el tirón de aquel primer año, pero el legado que ha dejado el movimiento es innegable: la lucha antidesahucios, el fin del bipartidismo o las protestas de los distintos sectores profesionales a través de las ‘mareas’. Es cierto que ya había manifestaciones sociales antes del 15-M, pero el movimiento las ha dotado de unidad. Precisamente en la esencia del 15-M están asociaciones como la Coordinadora de Barrios, que lleva años luchando por los derechos de los más desfavorecidos (presos, inmigrantes, drogadictos, madres solteras…) o V de Vivienda, el germen del actual movimiento en contra de los desahucios.
En las protestas han sido habituales los carteles en contra del enriquecimiento o en contra de que la crisis no la paguen “los de siempre”. Porque como ha expresado en numerosas ocasiones el economista Vicenç Navarro, España no es pobre. Su PIB es el 92% del promedio de los países de la UE-15. En cambio, su gasto público social per cápita es sólo del 72% del promedio de la UE-15, lo que quiere decir que España se gasta 60.000 millones de euros menos de los que se debería gastar por su nivel de riqueza.
En términos de diferencias entre ricos y pobres, gracias a la presión del 15-M hemos conocido, por ejemplo, que Javier Arenas cobraba casi 180.000 euros. Y tras 11 días de protestas activistas, Sid Hamed Bouziane, argelino de 28 años, salió en agosto de 2011 del Centro de Internamiento de Extranjeros de Málaga, al revocar el Gobierno su orden de expulsión. También se ha puesto de manifiesto la precariedad laboral, con un desempleo de más del 50% entre los más jóvenes.
Hay mucha gente a la que el movimiento le ha cambiado la vida y le ha devuelto la ilusión en hacer cosas nuevas. Como Azucena Paredes, que como otros muchos perdió su piso por la crisis y ahora ha encontrado su causa en defender a otras víctimas. En noviembre de 2011, siete meses después de aquella eclosión social que llenó Sol, Azucena fue desahuciada de su piso del barrio de Manoteras de Madrid y ahora vive de okupa en otra casa con sus hijos, su madre y su abuela. Cuatro generaciones se quedaron, de golpe, en la calle. Los activistas de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) no pudieron frenar su desahucio. “Al principio estaba peor, creía que nada tenía solución, que todo estaba perdido. Me enrabieté con la casa. Había puesto nueva la grifería del baño, totalmente nueva. Se quedaron cosas en la casa, los muebles del comedor, la olla exprés”, se acuerda Azucena.
Como ella, otros muchos desahuciados han terminado siendo miembros activos de la PAH. “Del núcleo duro que formamos unas 80 personas, el 80% proviene de un desahucio”, explica Chema Moya, miembro de la plataforma. Es el caso también de Tatiana, protagonista, el 11 de junio de 2011, de un embargo que consiguió paralizar la plataforma. En menos de un año y con la campaña Stop Desahucios, la PAH ha conseguido frenar más de 200.
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