Francisco Amaya durante un momento de la entrevista. Reportaje gráfico realizado con Fujifilm X-T1
TEXTO Y FOTOS// SUSANA HIDALGO Y PEDRO ARMESTRE
“La cocaína se comió todo el dinero que tenía. Cobraba 1.200 euros en la obra y al día siguiente me lo había gastado. No tenía ni para comprar una barra de pan. El momento en el que hice click fue cuando Nuria, mi mujer, me puso la maleta en la puerta de casa. Llevaba nueve años sin probar nada y recaí por la puta crisis. Ahora llevo 14 meses limpio”. Francisco Amaya, de 44 años, mira hacia atrás y explica su pasado con respeto, sabiendo que lo difícil no es terminar con las adicciones, sino poder sortear las recaídas.
La droga tapa sentimientos, desinhibe, oculta el miedo a la soledad. Francisco lo sabe bien y por eso ahora trabaja como voluntario en la comunidad terapéutica de Álora (Málaga), donde un grupo de extoxicómanos de la asociación Arpom gestiona el centro para ayudar a drogodependientes que quieren rehacer su vida. Como Francisco, Alejandro Jiménez, director de la comunidad y de 54 años, tampoco pudo decir no a la cocaína. “Yo trabajaba como empleado de banca. En los años 80 la droga entró en barrios obreros como el mío y lo inundó todo”, cuenta. Ahora lleva más de 10 años limpio. Gracias a que nació su hija y eso le hizo ser responsable.
Antonio Martín limpia el huerto después de encargarse de sus obligaciones en la Asociación Arpom
En España existen 135 comunidades terapéuticas que atienden a más de 8.000 usuarios, según datos del Plan Nacional sobre Drogas. Hay varios modelos: el regido por extoxicómanos con el apoyo de técnicos, el llevado cien por cien por profesionales y el religioso. En todos, las normas de convivencia son muy estrictas. En la comunidad de Álora, una docena de hombres aprenden día a día a dejar los malos hábitos. El cambio es duro: pasan de una vida desordenada, de ocio nocturno, comidas a deshoras, habitaciones sin limpiar… a un chalet en medio del campo, con huerto, donde hay que madrugar, hacer la cama y tener la ropa perfectamente ordenada. “Algunos llegan aquí y no saben ni hacerse un huevo frito. Siempre han tenido una madre o una mujer pendiente de ellos”, explica Jiménez.
Conoceremos, a partir de mañana, las historias de superación de Antonio, Vanesa, Enrique, Esperanza, Josep… Reportaje gráfico realizado con Fujifilm X-T1 por Pedro Armestre
Los usuarios han creado una sociedad paralela, un microcosmos donde está prohibido el café o los refrescos de cola y donde se les permite un paquete de cigarrillos al día. Entre ellos se controlan y todas las mañanas hay una reunión de grupo donde cada uno explica cómo ha pasado la noche, sus miedos, anhelos y angustias. En la comunidad terapéutica el trabajo del equipo directivo no es fácil. A menudo tienen que enfrentarse a peleas, cambios de humor, desobediencia de las normas… “Esto unido a que la drogodependencia está muchas veces ligada a trastornos de salud mental como la esquizofrenia o la bipolaridad”, señala Jiménez. Él trata de aprovechar con los usuarios su experiencia en la calle para ganarse su confianza: “Somos un espejo para ellos. La base del programa es la honestidad”.
Daniel pinta durante una jornada de trabajo en el centro de la asociación Arpom de Álora, en Málaga.
Un miércoles por la mañana, en una sala cinco usuarios pintan con esmero con la técnica de cerámica de cuerda seca. La elección de esta actividad como parte del programa de la comunidad terapéutica no es casual. Para pintar un cuadro tienen que estar concentrados y con muy buen pulso. Dos de ellos debaten sobre si el azul cobalto es el idóneo para decorar el escudo del Real Madrid. Abstraído, Antonio Martín dibuja una muñequita Hello Kitty para su novia. “Se lo daré si me sigue queriendo…”, bromea. Antonio apenas lleva un mes en Álora. Tiene un lema: “El que olvida el pasado está condenado a repetirlo”. En su tiempo libre, si no consumía no era feliz. “El ver que otros peor que yo han salido me da fuerzas”, señala, hablando de los monitores. Daniel, otro usuario opta por dibujar el resto del Che Guevara con la frase: “No importa que hayas caído, lo que importa es que te levantes”. “Antes de entrar aquí me dedicaba a muchas cosas y todas ilegales”, afirma. No es el único. La drogodependencia en algunos casos va unida a la realización de pequeños delitos. La reforma del Código Penal tiene previsto endurecer las penas en este sentido, algo a lo que se oponen entidades como UNAD, que abogan por facilitar la rehabilitación en vez de castigar al drogodependiente.
Las frases, los lemas, las motivaciones son un motor fundamental para el día a día de estos hombres. También el disfrutar de la vida cotidiana y de los pequeños detalles, algo que antes les resultaba imposible porque se aburrían con todo, menos con la droga, y todo les ponía de mal humor. David, de 33 años y de Jaén, se enganchó al alcohol por puro aburrimiento. Trabajaba en el campo, solo, en los olivos, y hacía cuatro descansos al día que tapaba con cerveza y pacharán. “El Día de Andalucía me la pillé muy gorda”, recuerda. Cuando esté rehabilitado quiere buscarse “una muchacha y pagar una hipoteca”. Echarse a la espalda una responsabilidad. Hacer nuevos amigos. No pisar los bares. Lo mismo tiene en mente Juan Carlos Castriñeira, de 38 años, 10 de ellos en la cárcel. ”Quiero ser un buen padre, ganarme la confianza de mi familia, vivir el día a día. Pescar, jugar al futbito, ir al gimnasio”, cuenta. “Soy joven pero estoy harto”, dice, y también tiene su frase de cabecera: “Una retirada a tiempo es una victoria”.
Día Mundial contra la Drogas
Hoy 26 de junio se celebra el Día Internacional de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Drogas y con este motivo UNAD, la mayor red de entidades que trabajan en tema de adicciones, ha difundido este vídeo sobre su trabajo. (Realizado por Calamar2):
En su manifiesto, UNAD pide que se apoye a las personas que quieren rehabilitarse para evitar así un mayor riesgo de exclusión social. La entidad considera que las penas y medidas alternativas a prisión están dando buenos resultados. “Consideramos además que este es el momento adecuado para introducir las ludopatías y otras adicciones sin sustancia en el catálogo de circunstancias atenuantes y eximentes”, señala UNAD en su manifiesto.
UNAD valora que se introduzca la figura de la mediación y solicita que se implante como circunstancia atenuante en el caso de que se haya cometido un delito, junto a la reparación del daño. “Apostamos por la prevención y una actuación educativa dirigida especialmente a la infancia y adolescencia, que les advierta no solo acerca de las sustancias prohibidas, sino también del alcohol, cuyos efectos sobre la salud pueden ser igual de nocivos”, concluyen desde la red.