TEXTO Y FOTOS: SUSANA HIDALGO / PEDRO ARMESTRE // A Bea le hace sentirse bien montarse en la segunda planta de un tren de Cercanías de los que unen Madrid con la periferia. Normalmente los trenes que circulan tienen solamente una planta, y eso significa viajar de pie y apretujado, pero de vez en cuando se detiene un tren de dos pisos. Es cuestión de suerte y, cuando ocurre, Bea lo recibe con ilusión infantil. Se sienta en la parte de arriba, pegada a la ventana, cierra los ojos y se deja llevar por la música clásica que se escucha de fondo.
A Bea también le relaja cruzar los brazos por detrás, le ayuda a controlar las situaciones que se salen de los límites que ha establecido su mente. Pero sobre todas las cosas, lo que más le gusta y tranquiliza es irse con su amiga Marga al Burguer King. Allí piden el menú de hamburguesa, bebida y patatas fritas, se sientan toda la tarde en una de las mesas y hablan de sus cosas.
Bea (izquierda) bromea sobre la camiseta que se ha comprado con su amiga Margarita Haro. En España, alrededor de un millón de personas tiene una enfermedad mental grave, según datos de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Feafes). Esta entidad alerta de que, sin embargo, estas enfermedades siguen siendo poco conocidas y mucha gente cree que son síntoma de debilidad o culpa de la persona que lo sufre. Pincha en la imagen para acceder a la web de Feafes.
Marga, por su parte, se siente bien yendo al Burguer King con Bea y también le gusta escuchar en casa al grupo de rock Mago de Oz.
Marga y Bea. Amigas unidas por un diagnóstico de salud mental en común: el trastorno de personalidad, desatado en ambos casos por un episodio dramático en sus vidas. Pero eso es lo de menos. Lo de más es que se lo pasan bien juntas, cada una ha encontrado en la otra un bálsamo con el que curar los miedos de una enfermedad que les obliga a medicarse, les provoca depresiones y miedos sin razón. También ansiedad a la hora de afrontar determinadas situaciones. Antes de dar el paso de hacer este reportaje, Marga sintió toda la tarde “mariposas en el estómago”.
Marga Haro posa en un parque de Valdebernardo (Madrid). Ella es uno de los Rostros por la salud mental, sección que puedes ver pulsando sobre la imagen.
Marga tiene 33 años, vive sola en un piso y le gusta ser independiente. “Puedo salir y entrar, no tengo que dar explicaciones y tengo mis propias reglas”, enumera entre las ventajas. Cobra una pensión de 360 euros y su madre también la ayuda. Pero lógicamente con tan pocos ingresos va muy justa. Está buscando trabajo de cajera “o de lo que salga”. Ella no tiene problema en hablar de su diagnóstico, pero cuando conoce a una persona va con prudencia. “Hay gente que se asusta mucho”, cuenta. Enfrentarse a una entrevista de trabajo y afrontar la posibilidad de que la rechacen a causa de su enfermedad le da mucho miedo. “A la sociedad le falta información sobre la salud mental, mucha gente piensa que somos delincuentes, que hacemos cosas incoherentes”, reflexiona Marga, y a su lado Bea asiente con la cabeza. Las dos están hartas de que se las asocie con la palabra “locas”.
“Locos. Son agresivos y violentos. No pueden trabajar, son discapacitados. Viven encerrados. Estos prejuicios se interponen en el desarrollo de una vida social plena, lo que desemboca en su aislamiento y perjudica su autoestima, su calidad de vida y las posibilidades de desarrollar su potencial”, analiza Carlos Miguélez, portavoz de Solidarios para el Desarrollo, una ONG con programas sobre salud mental desde hace 15 años. Para Miguélez, “un componente para que cualquier persona pueda buscar su felicidad está en los espacios sociales que necesita para su estabilidad y su bienestar emocional”. Un diagnóstico con el que coincide, desde su experiencia, Nel Anxelu González, vicepresidente de la Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (FEAFES): “El mejor recuerdo que tengo de mi intervención en el movimiento asociativo fue una oportunidad que me dieron de hacer grupos de apoyo creativos donde la gente compartía y además aprendía nuevas habilidades. Tengo anécdotas muy guapas de un ejercicio de relajación mediante imágenes con gente de diversa edad y estructura física que se relajaba a la vez. Al final te agradecían de todo corazón que les hubieses aportado una información nueva”.
Bea ha aprendido a superar sus miedos con ayuda de profesionales de la sanidad pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que cerca de la mitad de los problemas de salud mental se manifiesta antes de los 14 años y las mujeres son más proclives a padecerlos. Pincha sobre la imagen para acceder a los datos de la OMS.
Gracias a los talleres que Marga comparte con otras personas con trastornos de salud mental, ha logrado controlar el miedo que tiene a los hombres a causa del abuso sexual y del maltrato psicológico que sufrió por parte de su padre. Gracias a los talleres, y también a los psiquiatras y psicólogos que ha ido encontrando en su paso por la sanidad pública. Una sanidad que, tanto ella como Bea, quieren reivindicar. Eso, y la falta de recursos. Bea quiere dar las gracias sobre todo a su psiquiatra, “mi rey”. “Me escucha cuando hablo”, resume de una manera sencilla cuando piensa en todo el bien que le ha hecho el sentirse comprendida.
A Bea, de 47 años, le gusta el flamenco, y la cantante Tamara. También disfruta con el rock porque se puede bailar, hoy se ha puesto una camisa naranja con un dibujo de Elvis Presley que se compró “en los chinos”. Pero antes de poder disfrutar de cosas tan sencillas, esta mujer ha pasado por un proceso tormentoso que aún le arrea coletazos. Bea, de pequeña, se sentía sola y tenía pensamientos que le hacían daño. “Si pienso que tú me vas a hacer daño, aunque no sea verdad, a mí me hace daño igualmente”, ejemplifica para visualizar uno de los estragos del trastorno de personalidad. Sufrir más por lo que uno imagina que por lo que de verdad sucede. En el taller psicoeducativo donde conoció a Marga, les enseñan a bloquear esos pensamientos negativos, a concentrarse en la respiración.
Una de cada cuatro personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida. Las enfermedades mentales representan el 12, 5% de todas las patologías, un porcentaje superior al del cáncer y los trastornos cardiovasculares.
Reportaje realizado con Fujifilm X-Pro1. accede a la web pulsando sobre la imagen.
Para desbloquearse cada una se ha creado su mundo, que comparte en parte con la otra pero en el que también tienen su independencia. A Bea, por ejemplo, le gusta tanto montar en tren que muchas veces se va de Atocha, en el centro de Madrid, a Coslada, un municipio a unos 20 minutos de trayecto, se da la vuelta y regresa. Sola. “Me llevo un libro para leer, me gusta mucho leer cosas de medicina, sobre bebés”, cuenta, porque eso le relaja.
El paso que han dado Marga y Bea de hablar con naturalidad sobre su enfermedad mental no es sencillo. Distintos especialistas y trabajadores del ámbito de la salud mental coinciden en que hacer público el diagnóstico es positivo, aunque cada persona tiene que encontrar el momento adecuado para hacerlo y siempre es mejor empezar en un entorno cercano para ir luego abriéndose poco a poco. “Lamentablemente, cuando alguien comunica que tiene un problema de salud mental enseguida tienes los ojos del prejuicio encima, muy unido a la falta de información que tiene la sociedad en general sobre este tipo de problemas. Yo lo que les digo es que es un proceso personal de reflexión interna, es decir, cuando tú estés preparado para asumirlo yo creo que es bueno comunicarlo. Pero cada persona puede tardar cinco días o toda la vida”, afirma José Luis Méndez, que trabaja en el servicio de información y formación de Feafes.
Así, hay casos como el de Sergio Saldaña, con trastorno bipolar y que incluso ha escrito un libro sobre su diagnóstico. “Pronto me di cuenta de que si lo contaba a determinadas personas en momentos apropiados, obtenía beneficios: me sentía liberado, disipaba dudas y prejuicios erróneos, el que quería podía comprenderme y conseguía no dar tanta pena”, recuerda. O el de Santiago Rubio, con trastorno de personalidad esquizoide y que se animó a hablar de ello gracias a un consejo de su psicóloga.
Accede a “Rostros por la salud mental” pulsando sobre la imagen.
Bea y Marga van a su ritmo. Han decidido ir contándolo poco a poco y han encontrado, la una en la otra, un refugio en el que cuidarse. En el taller psicoeducativo donde se conocieron y donde se quitan de encima los pensamientos negativos; o en el mundo que comparten entre las mesas del Burguer King y que les hace concentrarse en los pensamientos positivos.
[NOTA DE LOS AUTORES: Este reportaje es el epílogo a la sección Rostros por la Salud Mental, donde 15 personas entre profesionales y personas diagnosticadas (incluida Marga Haro) han dado voz contra el estigma. Muchas gracias a todos por vuestra valentía].